UNA INTERPRETACIÓN COMPLETAMENTE EQUIVOCADA DE LA MOSCA (DAVID CRONENBERG, 1986)


Seth Brundle (Jeff Goldblum) es un científico solitario pero talentoso con una idea revolucionaria que cambiará el mundo, la teletransportación. Está muy cerca de conseguirlo, pero algo aparece en su vida para truncar sus sueños: el amor. 

Conocer a Verónica (Geena Davis) vuelve loco a Brundle, que en lugar de seguir concentrado en su proyecto, se empeña en impresionarla. Ella le dice que está mal con su exnovio, pero sólo piensa en su carrera de periodista, y le mete prisa para que complete su invento y así poder publicar la exclusiva. Con esta presión encima, Brundle comete un error fatal. Está tan ciego de amor que se deja llevar por una chorrada que le dice Verónica sobre las abuelas y los bebés. Él cree que esa es la solución a sus problemas con la teletransportación de seres vivos. A ella sólo le importa irse de fin de semana.

Cuando era un solitario, todo iba bien para Brundle. Pero cuando se fusiona con otro ser -Verónica o una mosca- su cuerpo comienza a decaer en una metáfora gore de cómo el amor nos consume. Brundle se convierte en un sujeto desequilibrado, impulsivo, adicto al dulce, baboso... y en un salido.Verónica aprovecha esa decadencia para dejarle, y de paso volver con su novio, que era un imbécil, pero más formal que el friki de Brundle.

En la hermosa escena final, Brundle, convertido en mosca y fusionado con su propia máquina, le pide a Verónica que le pegue un tiro en la cabeza para acabar, por fin, con eso tan chungo que es sufrir por amor.

Sabemos que nada de esta interpretación es verdad, pero oye, sería bonito que La Mosca fuera una película sobre el desamor. Pero no, va de la Nueva Carne y eso...

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