BIG BAD WOLVES ( AHARON KESHALES, NAVOT PAPUSHADO, 2013)

Que Tarantino haya dicho -siempre demasiado entusiasta- que se trata de la mejor película del 2013 ha jugado a su favor a la hora de llevar espectadores a las salas, pero seguramente el hype provocará la decepción de algunos. A pesar de esto, se trata de una película notable, que tiene momentos en los que la tensión se hace casi insoportable, sobre todo durante esa larga escena de tortura que recuerda, precisamente, a Reservoir Dogs (Quentin Tarantino, 1992).


El argumento, en el que un padre secuestra al presunto asesino de su hija pequeña para vengarse, y tiene que enfrentarse al policía encargado de la investigación, es idéntico al de Prisioneros (Denis Villeneuve, 2013). Incluso encontramos también esos sótanos que esconden el lado oscuro de los personajes principales. Pero si la película de Villeneuve es un thriller con trasfondo religioso, la película de los israelíes es una comedia negra, negrísima, que recuerda, de nuevo, a Tarantino.


Como curiosidad, las evidentes alusiones al cuento de Caperucita Roja: los lobos del título; la víctima vestida de rojo; esa abuelita judía que intuimos por teléfono; y el padre del protagonista, que aparece en la cabaña con una escopeta de caza para arrancarle la piel al lobo.

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