PERDIDA (DAVID FINCHER, 2014)


David Fincher juega con nosotros. Sus películas nunca son lo que parecen. Seven (1995), The Game (1997), El Club de la Lucha (1999) -por citar las que seguramente has visto- esconden un giro que te obliga a replantearte completamente lo que te han contado. Lo admirable de Gone Girl es que Fincher consigue mezclar tonos con mano maestra -desde el thriller a la comedia negra- y logra hacernos reír para luego cortarnos el rollo de la manera más brutal. Todo sin que el conjunto se resienta o pierda coherencia. Perdida va mutando durante sus 149 minutos traicionando nuestras expectativas de público adocenado y nos obliga a espabilar para poder disfrutar de su propuesta. Así que antes de entrar a la sala de cine, pregúntate ¿estás a la altura? Alfred Hitchcock (1899-1980) decía que en su carrera cinematográfica se arrepentía de dos grandes errores. El segundo de ellos es el famoso "falso flashback" de Pánico en la escena (1950). Un personaje, a través de su voz en off, relata un hecho pasado que resulta ser mentira. El maestro del suspense renegó de esa decisión artística -que confundía al público- al considerar que un flashback debe ser, necesariamente, cierto. En Gone Girl asistimos también a varias escenas del pasado que luego resultan no ser, del todo, ciertas. Esos flashbacks son en realidad la invención de Amy (Rosamund Pike) en un diario ficticio que es la pieza central del misterio que encierra la película. El juguete que crea David Fincher para entretenernos es puramente hitchcockiano. Como en muchas películas del británico, el personaje central de Perdida es una rubia gélida y misteriosa. El protagonista, Nick Dunne (Ben Affleck) es un hombre común en circunstancias extraordinarias que lleva encima la etiqueta del Falso culpable (1956). Y Gone Girl funciona como el reverso de Psicosis (1960). Si en aquella el personaje de Janet Leigh moría a manos de Norman Bates (Anthony Perkins) dejándonos sin protagonista, sin punto de vista y desorientados, en esta descubrimos que Amy está viva -ha cambiado de identidad como en Vértigo (1958)- y que por lo tanto todas las teorías que nos hemos hecho sobre su muerte no valen de nada: ya no sabemos qué esperar. Y si Janet Leigh moría en una ducha que es historia del cine, aquí Amy se lava la sangre de un asesinato que ella misma ha cometido. Pero, en ambas películas, la sangre desaparece por el desagüe. Gone Girl es una película muy entretenida. Un juguete de suspense y giros sorprendentes que hace que sus dos horas y media de metraje se hagan cortas. Pero debajo del juguete hitchcockiano se encuentra el tema central de la historia: la imposibilidad de la pareja. Perdida describe el inicio de cualquier relación, esos momentos tan románticos, como una farsa con diálogos irreales destinados a crear la fantasía del amor perfecto. Ese primer beso en una nube de azúcar entre Amy y Nick nos lleva a un matrimonio que naufraga ante las dificultades: la falta de dinero, el desempleo y el gran escollo que es decidir si hay que procrear o no. Amy -la mujer- es exigente, fantasiosa, vengativa y en cuanto se rompe su relación juega la carta de hacerse la víctima: ha acusado a un exnovio de acosador, a otro de violador y al último, directamente, de asesino. Nick -el hombre- es inmaduro y simplón. Huye de los problemas en cuanto aparecen refugiándose en los videojuegos... o conquistando a una joven de pechos grandes con la que intenta recuperar la pasión perdida. Amy representa lo que en el fondo muchos hombres -machistas- temen: que su pareja se vuelva "loca". Nick lo que muchas mujeres odian: que su pareja se deje llevar por la rutina y repita con otra -más joven- los mismos gestos, las mismas promesas. El final de Gone Girl resume el final de muchas parejas: las que prefieren vivir atrapadas en una mentira. Esas parejas que ya no existen, pero que mantienen una fachada para familia y amigos -el qué dirán- representado en la película por la opinión pública. Porque cambiar de vida puede pesar demasiado por razones económicas -el abogado de Nick, Tanner Bolt (Tyler Perry), le recomienda que no se separe- o porque hay un hijo por medio que sólo ella quería. Pero la ruptura es imposible, sobre todo, porque Nick tiene miedo a ser "el malo" por intentar ser feliz. No se me ocurre un final más amargo que ese.

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