THE KNICK -TEMPORADA 2- THERE ARE RULES


THERE ARE RULES (20 DE NOVIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

"Hay reglas" es el título de este episodio, que refleja el conflicto central de toda la serie. Esas reglas, a veces no escritas, que limitan a los individuos de una sociedad creando diferencias muchas veces injustas o limitando la posible felicidad del individuo. Ese "hay reglas" es lo que impide que el afroamericano, Garrison Carr (Ntare Guma Mbhao Mwine), se opere en el hospital, en el Knick, para desesperación de Algernon Edwards (André Holland). Probablemente las mismas reglas conservadoras llevan al absurdo de que el doctor Everett Gallinger (Eric Johnson) se vea obligado a cenar con el médico que trató el desequilibrio mental de su mujer arrancándole los dientes. La serie se aprovecha de nuestras ideas como espectadores actuales, que sabemos que es discriminatorio que no se opere a alguien por su raza; o que se permita a un médico utilizar métodos bárbaros para curar a un paciente. Por eso nos indigna que Gallinger se siente en la misma mesa que el doctor Henry Cotton (John Hodgman), personaje real, por cierto. Nosotros sabemos que sus técnicas no tienen sentido, como sabemos que los experimentos con la hipnosis que hace John Thackery (Clive Owen) tampoco tienen ninguna base científica. También sabemos que la radioterapia con la que Bertie Chickering (Michael Angarano) intenta desesperadamente salvar a su madre del cáncer, es la técnica adecuada. Pero claro, a principios del siglo XX dicha técnica estaba todavía por desarrollar, por lo que los intentos de Bertie son temerarios y necesariamente clandestinos. Aún teniendo razón, a Bertie no le queda más remedio que dimitir, porque "hay reglas" sobre probar nuevos tratamientos en pacientes humanos. Esas mismas normas son las que la hermana Harriet (Cara Seymour) rompe al ayudar a las mujeres a evitar embarazos no deseados o al mudarse a vivir con el camillero Tom Cleary (Chris Sullivan). Algo natural hoy en día, que personas de diferentes sexos compartan piso, era entonces escandaloso. Tampoco entendemos hoy que alguien pueda tener un contrato de propiedad sobre dos hermanas siamesas para explotarlas como espectáculo de circo.

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