CAZAFANTASMAS 2 (IVAN REITMAN, 1989)



Nunca he conocido a nadie que defienda Ghostbusters 2 y recuerdo vivamente mi gran decepción tras verla. Hoy puedo decir que no está tan mal. Básicamente, el gran problema de la película es que fue concebida como una secuela de aquella época, de los años 80 y 90. El único que pensaba en trilogías en esos tiempos era George Lucas, el resto, hacía una película y, si tenía éxito, se inventaban una segunda parte. Cazafantasmas 2, es prácticamente un remake de su predecesora, a pesar de continuar la historia de aquella. Ambas decisiones me parecen errores. La primera porque la secuela calca la estructura argumental y los momentos emocionales de la original -estrenada apenas 5 años antes- sin ningún disimulo. Un prólogo introduce lo sobrenatural para dar paso al tema musical de Ray Parker Jr. y luego presentarnos a los protagonistas. Los guionistas -de nuevo Ramis y Aykroyd- devuelven a sus personajes a la casilla inicial: ya no trabajan como cazafantasmas, vuelven a ser el hazmerreír de todos, Peter (Bill Murray) se ha separado de Dana (Sigourney Weaver), por lo que básicamente deben volver a empezar. Con exactamente los mismos objetivos: ganarse la vida, conquistar a Dana y salvar al mundo. Volverán a tener problemas con la policía y con el alcalde de Nueva York. El colosal muñeco de marshmallow es sustituido por una estatua de la Libertad buenrrollista. Todo se repite con pequeñas variaciones y, podríamos decir, casi con la misma gracia. ¿Por qué no funciona entonces? Primero, obviamente, se ha perdido la sorpresa, la originalidad y la frescura. Pero, sobre todo, creo que tras el éxito de Los Cazafantasmas, los productores deben haberse dado cuenta del tirón de la película entre el público infantil. Así, estamos ante un film más familiar, que ha perdido cualquier apunte incómodo. El humor SNL de Aykroyd y Murray se esfuma -ya no dicen tacos- como los cigarrillos que fumaban constantemente: ahora solo Ray lleva en la boca un puro apagado. Otro ejemplo: la carga sexual implícita en la posesión demoníaca de Dana ya no existe: ahora es la madre de un bebé. Peter Venkman ha dejado de ser un "salido" y sus chistes se dirigen a convertirse en la figura paternal que el pequeño necesita. Al final, obviamente, los tres formarán una bonita familia. En el mismo sentido, el leve subtexto transgresor de la original, en la que los protagonistas lidiaban con políticos burócratas se pierde también: ahora el alcalde es un claro aliado y el burócrata escéptico es derrotado fácilmente. En apenas 5 años, nuestros queridos ghostbusters se habían hecho mayores.

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