LIGA DE LA JUSTICIA- HABLEMOS DE SUPERHÉROES


Liga de la Justicia tenía que haber sido la mayor película de superhéroes de todos los tiempos. La culminación de un subgénero que comenzó con el Superman (1978) de Richard Donner, que tiene una obra maestra en El caballero oscuro (2008) y que no ha tocado techo, como demuestra la refrescante Thor: Raganarok (2017). Liga de la Justicia tenía a favor que, en la jerarquía de supertipos de la cultura popular, los más grandes siguen siendo Superman, Batman, Spiderman y Wonder Woman. Tres de esos cuatro nombres están en una película que fracasa en todos los sentidos. Estamos ante una continuación directa de la espesa Batman v Superman (2016), que es un nuevo capítulo antes que una historia con entidad propia. Se nota el esfuerzo para apartarse del tono grave de aquella, en favor de una acción superheroica más colorida. Funciona en parte, esto es mucho más divertido, pero sigue habiendo momentos con un tono grandilocuente que ahora desentonan, desequilibrando el conjunto. Recordemos, además, que Joss Whedon -Los Vengadores (2015)- reescribió y rodó nuevas escenas -tras el suceso trágico que apartó a Zack Snyder del rodaje- por lo que la película ha acabado siendo tremendamente irregular. La estructura argumental no ofrece demasiada cohesión, contando la historia "a saltos", de un personaje a otro, en lugar de elegir a un protagonista claro, que lógicamente debería haber sido Batman. Así, tengo que decir que Liga de la Justicia se agota en su cartel: sabemos que vamos a ver una reunión de superhéroes, y damos por hecho que se enfrentarán a un villano. Pues esto es exactamente lo que ocurre, sin más, y el guión no esconde la más mínima sorpresa. El plantel de héroes ya fue presentado en Batman v Superman, los hemos visto en el marketing hasta la saciedad y aquí aparecen como si ya los conociéramos. La amenaza extraterrestre y el villano también son presentados sin el más mínimo gancho, ni intriga, ni sentido de la maravilla. Tampoco tienen demasiado peso, ni siquiera como excusa para reunir a los protagonistas. Todo es mecánico en una película en la que, además, el retrato de personajes no ayuda. Cada héroe tiene su papel muy claro: Wonder Woman (Gal Gadot) es la idealista, Aquaman (Jason Momoa) es el solitario rebelde, Cyborg (Ray Fisher) es el atormentado; The Flash (Ezra Miller) es el gracioso (sin gracia). Pero ninguno trasciende esos roles, sino que se reinciden en ellos sin ninguna variación interesante. Creo que ya no es spoiler la cantada resurrección de Superman, que vuelve a ser el mayor héroe de todos, pero casi sin personalidad. A las torpes escenas entre el héroe (Henry Cavill) y su pareja, Lois Lane -desperdiciada Amy Adams- y su madre (Diane Lane) hay que añadir la sospecha del bigote borrado digitalmente al actor. Por último, el Batman de Ben Affleck aporta lo más original de la cinta, una versión fresca del héroe de Gotham. Este Bruce Wayne está mayor, de vuelta de todo, y no está tan obsesionado por la muerte de sus padres. En definitiva, si Wonder Woman (2017) ha sido un éxito por su sencillez, falta de pretensiones y personajes simpáticos, esta Liga de la Justicia supone un paso atrás, a la altura de desastres como Escuadrón Suicida (2016). Lo que nos hace cuestionar el interés que puedan tener futuras entregas del Universo DC, como las aventuras en solitario de Aquaman (2018) y The Flash (2018).

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