PERFECTOS DESCONOCIDOS- SECRETOS DE MATRIMONIOS


Habría que valorar en su justa medida que Álex de la Iglesia estrene en el mismo año dos películas como El bar y esta Perfectos desconocidos. Dos films tremendamente entretenidos, de una factura impecable, que hacen pensar que el director de El día de la bestia (1995) está en un estupendo momento artístico y profesional. Las dos películas tienen puntos en común: son comedias en la superficie, se desarrollan prácticamente en su totalidad en un espacio único -aquí el salón de una vivienda en la que cenan varias parejas de amigos de toda la vida- y en ambas salen a flote lo miserables que somos. Eso es el cine de Álex de la Iglesia, aunque esto sea el remake de un éxito italiano, Perfetti sconosciuti (2016). Y es que la idea de partida vale mucho la pena: ingeniosa y completamente de nuestro tiempo. Los protagonistas deben colocar sus teléfonos móviles -es decir, sus secretos- sobre la mesa, a la vista de todos. Si salir de El bar puede significar la muerte, aquí un sms comprometido bien puede ser el final de una vida, de una pareja, de una familia. Los diálogos escritos por el director y su guionista habitual Jorge Guerricaechevarría van del cliché de la guerra de sexos y de la "matrimoniada" a momentos verdaderamente inspirados, de mala leche, de conocimiento profundo del prójimo. Sobre todo cuando la historia nos ofrece otro tipo de conflictos humanos, alejados de las predecibles infidelidades. Momentos que se sostienen gracias al buen hacer de unos actores más que contrastados, pero que aquí, además, están muy bien. Sobresale Eduard Fernández, absolutamente magnífico en un personaje que aporta la humanidad y la emoción a una película en la que reina el sarcasmo. Le acompañan Belén Rueda, Pepón Nieto, Eduardo Noriega, Dafne Fernández, Juana Acosta y el siempre eficiente Ernesto Alterio. Todos están muy bien en una cinta que tiene cierto sabor teatral, pero en la que la cámara del director se luce -como siempre- consiguiendo una narración fluida y brillante. Álex de la Iglesia no esconde su amor por el cine y aquí hay momentos que recuerdan a Hitchcock, a Buñuel, a Almodóvar. Y es gracias al director que la película consigue dar un pequeño giro hacia lo fantástico -eclipse mediante- que me ha hecho recordar un peliculón reciente como Coherence (2013), aunque más bien habría que pensar en un clásico como La vida en un hilo (Edgar Neville, 1945). Y aunque hay cierta crítica a las nuevas tecnologías -móviles, chats, redes sociales, whatsapp- el mensaje es claro: por mucho que las satanicemos estas no son más que nuestro propio reflejo.

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