TERMINATOR (JAMES CAMERON, 1984)


Terminator es curiosamente una película sobre paradojas temporales que se ha convertido en un clásico, por lo que se le presupone una cualidad atemporal, pero cuya historia solo puede ocurrir en su tiempo: 1984. El argumento ideado por James Cameron sería imposible en la actualidad porque se apoya en la tecnología previa a las redes: los teléfonos fijos, las guías telefónicas, o el que la cara de Sarah Connor (Linda Hamilton) no esté disponible en Facebook. Eso habría evitado, al menos, tres muertes. Paradójicamente, el gran mal que se avecina lleva por nombre Skynet.


Dicho esto, si Terminator es un clásico, es por la destreza de Cameron para contar una historia con una gran sabiduría visual y con un sentido del ritmo digno de elogio. La película siempre está en movimiento: Kyle Reese (Michael Biehn) aparece desnudo desde el futuro y busca ropa para vestirse mientras es perseguido por la policía, todo al mismo tiempo; más tarde, el diálogo expositivo que debe transmitirle Kyle a Sarah -la explicación de lo que pasa en la película- ocurre durante una trepidante persecución policial en la que el Terminator (Arnold Schwarzenegger) les pisa los talones. La película fluye y la acción no da respiro. Los dos personajes antagónicos -Kyle y el T800- son un misterio y la tensión va creciendo según se acercan a su objetivo: Sarah Connor. El guión de Cameron, además, era de esos "muy pensados" y rico en detalles que aportan y alimentan la temática de la historia. Detalles como el contestador automático de Sarah, que responde "te he engañado, hablas con una máquina"; que el novio de Ginger (Bess Motta) confunda a Sarah con su compañera de piso y luego el cyborg cometa el mismo error a la inversa; o que el Terminator sea destruido en una fábrica de -rudimentarios- robots.


Hay un cruce genérico en Terminator. Su argumento es de ciencia ficción, pero funciona como un actioner en el que hay set pieces memorables como el desproporcionado ataque a la comisaría en el que el cyborg acribilla a todos los policías. Siempre he pensado que ésta fue la inspiración para la secuencia en la que Neo (Keanu Reeves) y Trinity (Carrie Anne Moss) -armados hasta los dientes- emprenden el rescate de Morfeo (Laurence Fishburne) en Matrix (Los Hermanos Wachowski, 1999). Comparte Terminator con Matrix, además, el fetichismo por las armas, por los vehículos ¡Por los camiones! -Cameron fue camionero hasta que decidió dedicarse al cine- y esa lógica propia del videojuego Grand Theft Auto en la que los personajes llegados del futuro utilizan la ciudad como su terreno de juego y se van apoderando de lo que les hace falta -ropa, coches, armas y comida- en cada momento. El escaso presupuesto, la efectividad narrativa y la seriedad con la que Cameron se toma su historia emparenta a Terminator con la mejor serie B. El joven director se valía de su experiencia en las filas de la "Escuela Corman" -dirigió Piraña II: Los vampiros del mar (1981)- y era capaz de coger él mismo la cámara para rodar. En un guiño a esa forma de hacer cine, Cameron utiliza en una escena a Dick Miller, un actor recurrente del primer Roger Corman -luego fetiche de Joe Dante- como vendedor de armas. Pero además, Cameron planta las semillas de su propia troupe de intérpretes: Bill Paxton tiene una pequeña aparición al principio como un punk; y Lance Henriksen tiene un papel más importante como detective de policía. Cameron volvería a contar con ellos enseguida, en Aliens: El regreso (1986).


Pero sobre todo, Terminator tiene el espíritu de una película de terror, incluso con sus momentos gore. El T-800 es imparable como el Juggernaut del número 12 de Uncanny X-men (1965) o el asesino Jason Voorhees de Viernes 13 Parte III (Steve Miner, 1982). James Cameron consigue transmitir una sensación de desasosiego que no había vuelto a sentir hasta It Follows (David Robert Mitchell, 2014).

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