ASH VS EVIL DEAD -TEMPORADA 1- THE DARK ONES


THE DARK ONES (2 DE ENERO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

No está nada mal la idea de que el mejor episodio de la temporada de una serie sea el capítulo final. Esta última entrega de Ash vs Evil Dead ofrece la experiencia más cercana a Posesión infernal (1981) posible. Están los encuadres desequilibrados, un deadite levitando y retorciéndose, y esos planos que parecen puñetazos montados a hachazos. No podían faltar los protagonistas completamente cubiertos de sangre oscura y viscosa. Volvemos a ver el plano de "la fuerza". Ash (Bruce Campbell) se alista para combatir el mal con el clásico montaje raiminiano en el que le vemos preparar sus armas. Esto es puro Evil Dead.


Aquí, además, se revela la villana de la serie y el origen del mal, Los oscuros. Esto mientras Ash sigue soltando frases antológicas, como que no le gustó El padrino (1972), ya que es más de El justiciero de la ciudad (1974). Un elemento de la saga clásica que se recupera es ese surrealismo puramente cinematográfico que el joven Sam Raimi cultivaba evitando que su obra fuera otra película de terror más. Aquí, Ash realiza un viaje mental al pasado, al momento anterior al inicio de esta serie, y la villana, Ruby Knowby (Lucy Lawless) intenta tentarle. Pero volviendo a la cabaña, en el sótano de la misma encontramos los momentos más terroríficos de esta primera temporada. La interpretación de Campbell brilla en una secuencia con más de un susto. 

Por cierto ¿hay un guante de Freddy Krueger colgado de la pared? No sería el primer guiño de Raimi al fallecido Wes Craven: en Posesión Infernal, en la misma pared, había un póster de Las colinas tienen ojos (1977). ¿Y ese momento WTF en el que Ash llama "Pedro" a Pablo (Ray Santiago) para luego corregirse? En todo caso, volviendo al terror, este es el episodio más rico en cuanto a imaginería terrorífica. Las cucarachas que salen de los pantalones de Heather (Samara Weaving); Pablo vomita úteros con fetos demoníacos que se convierten en niños aterradores que parecen salidos de un cruce entre La maldición (2002) y The Descent (2005). Heather, por cierto, es torturada como una auténtica scream queen por una cabaña que cobra vida al más puro estilo del surrealismo cartoon que he mencionado antes. La cabaña escupe clavos, los pomos tienen boca, y finalmente la casucha se come, digiere y vomita a Heather sobre Kelly (Dana DeLorenzo), que se convierte aquí en una final girl en la línea del remake de Posesión Infernal, Evil Dead (2013). Mientras tanto, recuperamos al Ash que más nos gusta en esa lucha histérica e hilarante contra el niño monstruo: el plano giratorio de Ash con el niño colgado del cuello; la pelea en la que el héroe recibe un castigo brutal -con nuevos guiños a Los tres chiflados-; y la forma brutal en la que se deshace finalmente de su enemigo. Podríamos decir que le sale el tiro por la culata. 


Al final, Ash demuestra que es un héroe, pero también un idiota y acepta el trato de Ruby. Se salva él, salva a sus amigos, pero condena al mundo. Sospechamos que deviene el Apocalipsis. Recordemos que en el final alternativo de El ejército de las tinieblas (1993), Ash también se enfrentaba al fin del mundo. Un final, por cierto, que habría complicado la existencia de esta fantástica serie, digna continuación de la trilogía original.

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ASH VS EVIL DEAD -TEMPORADA 1- BOUND IN FLESH



BOUND IN FLESH (26 DE DICIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

Queríamos verle de nuevo, solo, en la maldita cabaña. Ash (Bruce Campbell) despedaza a su doble diabólico mientras escuchamos Just the two of us (1981) de Grover Washington Jr. y Bill Withers. Imposible no sonreír ante una escena que mezcla smooth jazz y gore. Este episodio incluye dos desmembramientos más, cuando tres campistas aparecen para cumplir su función argumental: morir. Luego son descuartizados por Ruby Knowby (Lucy Lawless), cuyo enfrentamiento con Ash es la clave de la historia que nos cuentan aquí. Ruby es una heroína moderna -¡fue Xena!- contrapuesta a un Ash racista, machista, desfasado y con sobrepeso. No por casualidad, Amanda Fisher (Jill Marie Jones) era el interés sentimental de ambos, aunque ahora se haya convertido en una deadite realmente divertida y bastante aterradora. Los dos personajes, Ash y Ruby, se miden también con respecto a sus armas. Él tiene una escopeta y una motosierra apodadas Larry y Moe: recordemos la afición de Sam Raimi y Bruce Campbell por Los tres chiflados (1925-1970) a los que hacen numerosos guiños en la trilogía original de Evil Dead. Solo falta Shemp. Ruby, en cambio, tiene la daga kandariana, con la que arrancan la cara de un Necronomicon que ahora habla y que terminará en la jeta de Pablo Simon Bolivar (Ray Santiago). Todo esto es muy divertido, pero además, el episodio plantea una idea interesante ¿Quién sería Ash sin los deadites? El cliffhanger revela que Ruby escribió el Necronomicón ¿Cómo?

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ASH VS EVIL DEAD -TEMPORADA 1- ASHES TO ASHES


ASHES TO ASHES (19 DE DICIEMBRE DE 2016) -AVISO SPOILERS-

No decepciona el regreso de Ash (Bruce Campbell) a la famosa cabaña en la que comenzó todo, allá por el año 1981, en Posesión infernal, ópera prima de Sam Raimi. El episodio está lleno de referencias a aquella película. Vemos la improvisada tumba de la exnovia de Ash, Linda, interpretada sucesivamente por Betsy Baker, Denise Bixler, Bridget Fonda y ahora por Rebekkah Farrell, que aparece solo como su cabeza. Ash relata su historia: cómo Linda fue poseída y tuvo que decapitarla -aunque luego ella bailara bajo la luz de la luna en una escena delirante e imposible de olvidar- hasta que finalmente la descuartizó en el cobertizo al que ahora Ash debe volver. La geografía de la cabaña se recrea exactamente: el ciervo en la pared que provoca el recuerdo del compañero muerto de la policía Amanda Fisher (Jill Marie Jones); la trampilla en el suelo que mantenía encerrado a un deadite; la grabadora que reprodujo los versos del Necronomicón; la mano de Ash reptando detrás de las paredes. Estos lugares evocan los momentos álgidos de Posesión Infernal y de Terroríficamente Muertos (1987) generando flashbacks con imágenes de aquellas. Nostalgia pura. Pero el episodio se la juega al proponer la idea -ya presente en El ejército de las tinieblas (1992)- de que de la mano muerta puede "volver a crecer" un Ash clónico -de ahí el juego de palabras del título episódico- que intenta conquistar a Amanda y acaba matándola en una pelea brutal. La muerte de la policía sorprende y resulta inesperadamente dramática, pero luego da paso a un combate absurdo entre el Ash original y su doble. Esas variaciones de tono, entre el terror y el humor, es también la principal seña de identidad de la trilogía de Evil Dead.

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KUBO Y LAS DOS CUERDAS MÁGICAS (TRAVIS KNIGHT, 2016)


Una de las películas más bonitas que he visto, Kubo y las dos cuerdas mágicas me ha hecho reflexionar sobre el público objetivo de la animación mainstream actual. Cuarta producción del estudio Laika -que empezará a estar en boca de los que van de "enteraos"- tras Los mundos de CoralineEl alucinante mundo de Norman y Los Boxtrolls, esta película confirma que esta gente va por libre. Y es de agradecer, porque nos permite decir que, desde hace ya algunos años, la animación ha dejado de ser -solo- para niños. Utilizar la "caduca" técnica del stop motion es motivo suficiente para ganarse mi simpatía. Pero Kubo es extrañamente reflexiva para ser un film de animación: hay muchas conversaciones entre los tres personajes principales, largos diálogos que detienen el ritmo de la narración y que sirven como contrapunto a las frenéticas escenas de acción y aventura. También hay que decir que estamos ante un film muy oscuro, en el que casi toda la historia transcurre de noche, y que contiene momentos verdaderamente terroríficos, como la aparición de las malvadas hermanas -interpretadas por Rooney Mara- que parecen salidas de una película de terror japonesa y que van ataviadas con sombreros que me recuerdan a los de los temibles Rayo, Trueno y Lluvia de Golpe en la pequeña China (1986). Pero seguro que John Carpenter se inspiró en alguna cinta china que desconozco y que sirve de referencia también a esta. Además, un viejuno como yo no pudo evitar que Mona (Charlize Theron) le recordase al babuino -un príncipe hechizado- animado por Ray Harryhausen para Simbad y el ojo del tigre (1977). Kubo y las dos cuerdas mágicas, más que contar una historia, quiere hablarnos de contar historias. Esos diálogos a los que he hecho referencia anteriormente reinciden -demasiadas veces- sobre el tema de la vida, la muerte, la memoria, y cómo todo relato necesita un final, pero que, cuando este vuelve a ser narrado una y otra vez, deviene infinito. Y si ese relato es nuestra historia -o como aquí, la de una familia- nos hace inmortales. Es esta, quizás, una idea demasiado abstracta para un film animado. Lo que me hace preguntarme de nuevo para quién se ha hecho esta película. El diseño de los personajes apunta a un público infantil, pero su argumento es demasiado oscuro para un niño pequeño. Su temática sobre la muerte, algo conflictiva para un niño mayor. Le falta cinismo para atraer a un adolescente y el adulto encontrará la historia simple y predecible. Solo queda entonces dejarse llevar por la prodigiosa técnica del stop motion, verdaderamente bonita. Por lo que llego a la conclusión de que Kubo y las dos cuerdas mágicas solo es apta para los amantes de la animación. Para los que buscan siempre la imagen bella.

ASH VS EVIL DEAD -TEMPORADA 1- FIRE IN THE HOLE


FIRE IN THE HOLE (12 DE DICIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

Survivalistas contra deadites. Ese es el concepto básico de este episodio de Ash vs Evil Dead, que en cada entrega establece una pequeña historia autoconclusiva proponiendo un giro, una variación, de la seminal Posesión Infernal (Sam Raimi, 1981). Los protagonistas, ahora, no son jóvenes descerebrados con ganas de divertirse un fin de semana, sino luchadores curtidos que quieren obtener armas para lucha contra los demonios. Por eso piden ayuda a un grupo de survivalistas, que resultan estar enfrentándose a su propio deadite -Lem (Peter Feeney)- y que interpretan lo que ocurre a través de su perspectiva conspiranoica. Si cambiamos la cabaña por un búnker tenemos un remake de Evil Dead en clave paramilitar. Debo decir que esta es la entrega más floja de la serie de las que he visto hasta ahora -quizás la fórmula comienza a agotarse-. Pero, aún así, el esquema sigue resultando divertido por su voluntad de agradar al gorefan: el aplastamiento contra un árbol de un deadite ataviado con una máscara de gas; la demostración de que las balas no sirven de mucho contra los no-muertos; un deadite que escupe fuego. Son pequeñas novedades que sorprenden agradablemente. Hay que destacar, además, la aparición de la daga Kandariana en manos de Ruby Knowby (Lucy Lawless), ya vista en Posesión infernal (1981) y Terroríficamente muertos (1987). Y por último, esa gran promesa que es volver a ver la cabaña maldita original. La mano de Ash (Bruce Campbell) ya está allí.

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ASH VS EVIL DEAD -TEMPORADA 1- THE KILLER OF KILLERS


THE KILLER OF KILLERS (5 DE DICIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

El esqueleto del brujo que sale de su tumba nos recuerda al homenaje a Jason y los argonautas (1963) que había en El ejército de las tinieblas (1992). El huesudo deadite acusa a Ruby Knowby (Lucy Lawless) de traición, antes de hacerla desaparecer en las llamas. Seguramente la volveremos a ver, pero, por ahora, el enigmático personaje se ha mantenido en los márgenes de la trama principal. Que, por cierto, se marca un nuevo y estimulante objetivo: Ash (Bruce Campbell) decide que debe volver a la cabaña donde empezó todo, esto es, la de Posesión Infernal (Sam Raimi, 1981). Eso sí, Ash quiere evitar que la historia de aquella película de terror se repita, algo completamente lógico, por lo que se plantea prohibir a Kelly (Dana DeLorenzo) y a Pablo (Ray Santiago) que le acompañen para que no acaben poseídos y tenga que matarles. Por último, hay una escena en la que el Necronomicón -un libro- ataca a los protagonistas. Cada episodio de Ash vs Evil Dead tiene su cuota de nostalgia de la trilogía original.


Pero también ocurren cosas nuevas. Me gusta cómo cada entrega de la serie utiliza un argumento muy sencillo, sabiamente creo yo, que se apoya en un elemento de tensión: en este caso, "la fuerza" sigue persiguiendo a los protagonistas. Hay además un conflicto central que suele ser una estupidez: Ash intenta escaquearse de pagar la cuenta en un restaurante -¡22 dólares!- ofreciendo favores sexuales a la camarera. En cada episodio, Ash consigue rebajarse más. Hay algo de ingenio en la idea de que el supuesto encuentro sexual con la camarera se convierte en una pelea en el baño contra la agente Fisher (Jill Marie Jones): la coreografía es la misma, se produce un similar roce entre los cuerpos. Cuando por fin irrumpe "la fuerza", en el clímax, lo hace con una potencia tremenda, destrozando la fachada de la cafetería. La secuencia que vemos a continuación tiene varios momentos interesantes. Ese niño, que parece puesto ahí para que temamos por su vida durante la lucha, que sin embargo muere enseguida. La frenética lucha contra los deadites al ritmo de un tema del grupo protopunk, Death, en la que Ash corta en dos con su motosierra y le vuela la cabeza a un poseído, mientras Kelly hace lonchas con la cara de la camarera utilizando la máquina de cortar fiambres. Gore del fino, señores. La violencia gratuita se justifica por el desarrollo del personaje de Kelly -aunque mínimo- que busca vengar de la muerte de su familia.

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SUPERGIRL -TEMPORADA 1- MYRIAD



MYRIAD (11 DE ABRIL DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Intenta este episodio de Supergirl ser épico con un argumento que continúa directamente la propuesta del cliffhanger anterior: toda la población de National City está bajo el control mental del kryptoniano Non (Chris Vance). Hay tensión en los primeros minutos de esta historia que juega a simular una espectacularidad de blockbuster cinematográfico inalcanzable para el presupuesto de una serie. El mejor ejemplo de esto es la aparición del primo de Kara (Melissa Benoist), sí, nada menos que Superman hace acto de presencia. O casi. El hombre de acero se acerca volando para salvar la ciudad como una pequeña figura y, cuando estamos a punto de discernir su rostro, se une a la masa de esclavos mentales de myriad.




El argumento simula el fin del mundo, pero este se produce solo en National City, mientras Supergirl, Cat Grant (Calista Flockhart) y Maxwell Lord (Peter Facinelli) debaten sobre la forma de detener a Non. Todo esto sin salir de una habitación. Estos tres personajes representan un trío clásico de la ciencia ficción: el científico humanista que busca una solución pacífica -Cat Grant apuesta por liberar a la gente utilizando a Supergirl como símbolo- el militar que solo conoce la fuerza -Lord propone matar a todos los kryptonianos, pero también a parte de la población terrestre- y el héroe -Kara- que representa al hombre común y sus ideales más nobles. Esta confrontación se alterna con momentos de acción, como el primer combate con Maxima -interpretada por la luchadora de la WWE, Eve Torres- personaje creado en los cómics en 1989; la mencionada aparición de Superman; la reaparición de Indigo (Laura Vandervoort); o el combate final entre Kara y su hermana, Alex (Chyler Leigh), enfundada en unexoesqueleto de kryptonita que mola. También hay drama: Supergirl debe decidir entre salvar a sus amigos o a una tercera mujer cuando -controlados mentalmente- se lanzan al vacío.

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SUPERGIRL -TEMPORADA 1- WORLDS FINEST



WORLDS FINEST (28 DE MARZO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

World´s Finest es el nombre del comic book que en 1941 comenzó a unir las aventuras de los superhéroes más populares de la Edad de Oro: Superman y Batman. El título de este episodio de Supergirl elimina el apóstrofe para reunir a la heroína con The Flash: no son los mejores del mundo, sino los mejores de sus mundos. Porque Barry Allen y Kara Danvers no viven en la misma Tierra, sino en mundos paralelos, siguiendo la idea del Multiverso de DC Comics. Lo primero que hay que decir es que estamos ante la mejor entrega de la serie hasta ahora. La intromisión del velocista escarlata no significa un parón en la historia de la kryptoniana -algo que estaría justificado- sino que se utiliza a la estrella invitada para darle un empujón a todas las tramas en curso. Así, vemos el nacimiento como villana de Silver Banshee -personaje creado en 1987 por John Byrne- evolución de la mezquina Siobhan Smythe (Italia Ricci) que aúna fuerzas recuperando a una vieja enemiga, Livewire (Brit Morgan). El enfrentamiento entre Supergirl y The Flash con estas supervillanas, de alguna manera, consigue reproducir el sabor de un tebeo clásico. Uno de los buenos, como cuando Supergirl utiliza su superaliento y Flash mueve sus brazos a supervelocidad creando torbellinos; o como cuando ambos héroes deciden hacer una carrera: en los cómics el velocista se ha medido al propio Superman en varias ocasiones desde 1967.


Todo funciona a la perfección en este episodio. La química entre los actores Melissa Benoist y Grant Gustin es tremenda; The Flash sirve para potenciar -con mucho humor- la faceta de comedia romántica de esta serie dándole celos a James Olsen (Mehcad Brooks); y Cat Grant (Calista Flockhart) está sembrada en sus frases: cuando revela que sabe que Barry es Flash, dice que tenía que ser "un superhéroe o un mormón". Como he dicho antes, no se trata de un episodio especial fuera de la continuidad. Aquí pasan cosas tan importantes como el primer beso entre Kara y James Olsen. Justo cuando nos tememos un "momento pastelón", la cosa deriva en un nuevo cliffhanger en el que toda la población de National City es controlada por los kryptonianos malvados, en plan La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956). Y no puedo evitarlo. Veo este episodio seis días después del fiasco que en mi opinión es Batman v. Superman (Zack Snyder, 2016). Para mí este es el mejor team up de superhéroes del año.

CAPÍTULO ANTERIOR: MANHUNTER

SUPERGIRL -TEMPORADA 1- MANHUNTER



MANHUNTER (21 DE MARZO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Manhunter (from Mars) es el apodo de J'onn J'onnz -traducido al castellano como el "Detective Marciano"- y sirve de título a este episodio de Supergirl, significativo por sus importantes giros argumentales. El primero es la ruptura sentimental entre la heroína (Melissa Benoist) y la ciudad que protege, National City. Esto está expresado por una canción de Aimee Mann, Wise Up, que figuraba en la banda de sonora de Magnolia (Paul Thomas Anderson, 1999). Los héroes de DC Comics siempre han tenido un relación muy estrecha con las -ficticias- ciudades que protegen, como Metrópolis, Gotham, Star City, Central City, mientras los superhéroes de Marvel viven -casi- todos en una Nueva York realista en la que son más bien temidos.

Este episodio narra el origen de J'onn J'onnz y de cómo adoptó la forma de Hank Henshaw (David Harewood). Contiene además detalles como el gusto del marciano por las galletas Oreo -aquí rebautizadas como "Chocos"- afición desvelada en la humorística serie de la Liga de la Justicia Internacional (1987). En un flashback vemos al padre de Kara y Alex (Chyler Leigh), Jeremiah Danver -Dean Cain, ya sabéis, el Superman de Lois & Clark- protagonizando una secuencia que pasa del tono de Predator (John McTiernan, 1987) al de Enemigo mío (Wolfgang Petersen, 1985). El marciano pasa de ser una amenaza a un aliado de Jeremiah. Aquí se hace un guiño también a la debilidad clásica de J'onn J'onnz, el fuego. En los cómics clásicos, los héroes tenían siempre un talón de Aquiles: la kryptonita para Superman, el color amarillo para Linterna Verde. El desenlace de esta trama es importante: Jeremiah podría estar vivo.

En el presente, Hank y Alex pasan a ser perseguidos por el Gobierno como traidores. Para ello se introduce a un nuevo personaje antagonista, James Harper (Eddie McClintock) que en los cómics responde al nombre de Guardián, un superhéroe creado en 1942 nada menos que por Joe Simon y Jack Kirby, artífices del Capitán América (1941) del que este parece una variación menos patriótica. Esto nos lleva a otra creación de Kirby, el Proyecto Cadmus, una oscura agencia de ingeniería genética ideada por "el Rey" en 1970. Todos estos guiños -que seguramente entusiasman a los fans de DC- nos llevan sin embargo a un desarrollo argumental más emotivo. Vemos otro flashback de la juventud de Kara en Midvale -el Smallville de Supergirl- y sus dificultades para encajar entre los terrestres, cosa que conseguirá colocándose detrás de una gafas. Este desarrollo emocional del personaje sirve para trabar una alianza con su rival amorosa, Lucy Lane (Jenna Dewan Tatum) que será nombrada jefa de la DEO. Así, la serie cambia completamente su status quo. Por último, el cliffhanger anticipa que Siobhan Smythe (Italia Ricci) se convertirá en Silver Banshee inminentemente.

CAPÍTULO ANTERIOR: FALLING

ASH VS EVIL DEAD -TEMPORADA 1-THE HOST



THE HOST (28 DE NOVIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

La famosa mano no-muerta de Ash (Bruce Campbell) en Terroríficamente muertos (Sam Raimi, 1987) sirve a la misteriosa Ruby Knowby (Lucy Lawless) como improvisado GPS para señalar la ubicación del resto de su cuerpo. La icónica escopeta del héroe es utilizada como pipa para fumar marihuana por Kelly (Dana DeLorenzo). Elementos fetiche de la trilogía desacralizados. Los autores de Ash vs Evil Dead, con Sam Raimi a la cabeza, no tienen reparos en tomarse a cachondeo los fundamentos de una saga con casi 40 años a sus espaldas. Los frikis de Star Wars estarían cardíacos. Me gusta, además, la ligereza de cada episodio: aquí toda la tensión se genera por la circunstancia de que Ash no puede hablar al estar amordazado, mientras el brujo (Hemky Madera) amenaza con matarle por creerle poseído, mientras Kelly (Dana DeLorenzo) -realmente poseída- está a punto de cargarse a Pablo Simón Bolívar (Ray Santiago). En cuanto Ash consigue explicarse, se acaba el malentendido. Por otro lado, creo que nunca se ha practicado un exorcismo -mucho menos de santería- a un deadite. Aquí presenciamos algunas de las escenas más desagradables de la serie: el clásico vómito verde y una buena meada son la respuesta de la poseída Kelly a los intentos del brujo por sacarle el demonio de dentro. Tras esto, Ash utiliza sus propios métodos y pone en práctica su recién descubierta filosofía vital: "dispara primero, no pienses nunca". La voz en español -en el original- del brujo que, tras morir, le habla a Pablo, nos hace pensar un Obi-Wan Kenobi santero. El colofón es que Ash estrena mano -un Power Glove de Nintendo- y lo primero que hace, una peineta.

CAPÍTULO ANTERIOR: BRUJO

ASH VS EVIL DEAD -TEMPORADA 1- BRUJO



BRUJO (21 DE NOVIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-


Brujo es otro gran episodio de Ash vs Evil Dead. Sobre todo por los momentazos para los fans de la trilogía original. Es la primera vez que vemos "la fuerza" desde fuera -siempre había sido un plano subjetivo- aunque esto no es necesariamente bueno: su aspecto tiene más que ver con Twister (Jan de Bont, 1996) que con algo demoníaco. También habría que criticar que se rompa el misterio de esa mítica cámara subjetiva de fuerza irresistible que nos colocaba en los ojos del mal. Otra cosa interesante es que Ruby Knowby (Lucy Lawless) sea la hija de los que murieron en la cabaña en las películas originales. Es completamente lógico que persiga a Ash (Bruce Campbell) para pedirle explicaciones, siendo este el único superviviente. Aunque quizás Ruby no es quien dice ser. Otra idea monstruosa es la de Pablo Simón Bolívar (Ray Santiago), al que se le ocurre que la  nueva mano protésica de Ash podría ser... ¡El Power Glove de Nintendo! Esta parida, que parece insuperable, es reducida a mera anécdota cuando Ruby revela estar en posesión de... ¡La mano original de Ash! Una reliquia a la altura de los clavos de la cruz de Jesús. Se trata nada menos que de la mano protagonista -junto a Bruce Campbell- de la escena más extraña, hilarante y pasada de rosca de la historia del cine, que vimos en Terroríficamente muertos (Sam Raimi, 1987). Pero además de estos giros, el episodio se centra en un lisérgico viaje alucinante de ayahuasca hacia la mente de Ash, que contiene imágenes -absurdas- de series televisivas de los sesenta, de la revista Playboy y de Posesión Infernal (Sam Raimi, 1981). Descubrimos así el lugar soñado de Ash -Jacksonville, donde quería ir de vacaciones pero no pudo porque... se fue a la famosa cabaña- luego regresamos al bosque tenebroso de las películas de los 80; y el propio Ash resume su filosofía como héroe: "dispara primero, no pienses jamás". Luego, Ash muestra su clásica crueldad cuando mata a la muñeca diabólica. Pero toda la diversión tiene un giro siniestro cuando descubrimos que Ash está a punto de estrangular a Kelly (Dana DeLorenzo), ahora poseída por un deadite.

CAPÍTULO ANTERIOR: BOOKS FROM BEYOND

ASH VS EVIL DEAD -TEMPORADA 1- BOOKS FROM BEYOND



BOOKS FROM BEYOND (14 DE NOVIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

Me pregunto si cada episodio de Ash vs Evil Dead será como este y como los dos anteriores, en el sentido de que cada uno parece haber conseguido recuperar la esencia de la trilogía original de Evil Dead. Aquí vemos, además, a una vieja conocida del Sam Raimi productor de series de televisión: Lucy Lawless, nada menos que Xena: la princesa guerrera (1995). Ella, Ruby Knowby, hace una aparición en el estilo premonitorio del temible motero Leonard Smalls (Randall "tex" Cobb) de Arizona Baby (1987). Tras esta presentación, comienza un festín de gore y gracietas alrededor de un libro mítico, el Necronomicón, elemento central de la trilogía original y referencia directa a la obra de H.P Lovecraft. De hecho, el título del episodio y nombre de la librería esotérica en la que ocurre la acción, es una cita a From Beyond (Desde el más allá) cuento corto del famoso escritor, que fue adaptado al cine en Re-Sonator (Stuart Gordon, 1986): un festín de gore y látex ochentero. Con la presencia del Necronomicón bastaría para tener una experiencia Evil Dead bastante completa, pero además, ahí están esas cabezas de ciervo en la pared de la mencionada librería, que recuerdan a la que había en la cabaña de la película original -y que cobraba vida-. También nos reencontramos con el famoso plano subjetivo de "la fuerza", que en su momento era irresistible. Incluso se desvela -por primera vez- el origen del libro maldito, en una sencilla animación semejante a la del prólogo de Terroríficamente Muertos (Sam Raimi, 1987). Por último, la idea descabellada de convocar a un demonio -menor- para interrogarle es la clásica estupidez que nos hace querer tanto a Ash (Bruce Campbell), aunque el diseño del bicho sea muy moderno: entre Feast (2005) y Silent Hill (2006). Lo dicho, este tercer episodio funciona como un tiro.

CAPÍTULO ANTERIOR: BAIT

ASH VS. EVIL DEAD -TEMPORADA 1- BAIT


BAIT (7 DE NOVIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

Es curioso como la necesidad de ajustarse a los presupuestos de una serie de televisión -modesta- ha llevado a que las nuevas -y esperadísimas- aventuras de Ash (Bruce Campbell) recuperen la atmósfera más terrorífica de la seminal Posesión infernal (Sam Raimi, 1981). Supongo que la logística de una serie no permite producir semanalmente los excesos hemoglobínicos de esa fundación del splatstick que es Terroríficamente muertos (Sam Raimi, 1987), aunque hay sangre y gore más que suficientes en este segundo capítulo: cuando el protagonista apuñala repetidamente a un poseído con el cuello de una botella. Eso sí, el Ash que tenemos aquí es el mismo de El ejército de las tinieblas (Sam Raimi, 1992), la caricatura chulesca de un héroe pulp capaz de soltar frases contundentes para admiración de su sidekick, Pablo Simón Bolívar (Ray Santiago).


En la trilogía de Evil Dead -especialmente en la primera entrega- Sam Raimi desplegaba una ingeniosa caligrafía para generar inquietud que aquí el director Michael J. Bassett emula como un alumno aplicado: el viento nocturno que sopla entre los coches permite intuir la presencia de un deadite furtivo; las aspas de un molino que giran movidas por una amenaza sobrenatural; la revivida madre de Kelly (Dana DeLorenzo) -interpretada nada menos que por Mimi Rogers- que, de espaldas, canta y finge una amorosa actitud maternal para atraer a su presa. Todos estos momentos tienen más que ver con aquella primera Posesión infernal, que forzaba el terror hasta el límite de provocar una risa, nerviosa. 

CAPÍTULO ANTERIOR: EL JEFE

ASH VS. EVIL DEAD -TEMPORADA 1- EL JEFE


EL JEFE (31 DE OCTUBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

2015 fue el año del regreso de un personaje que llevábamos más de 2 décadas esperando volver a ver. Y no estoy hablando de Luke Skywalker. Me refiero a Ashley "Ash" J. Williams cuya mandíbula prominente no se asomaba por una pantalla desde 1992. Supongo que este es el mejor testimonio del paso del tiempo, el regreso de los héroes de nuestra infancia. Ash (Bruce Campbell) ahora está gordo como un Elvis decadente, lleva dentadura postiza y usa faja. Pero sigue siendo el Ash de hace 20 años. Sam Raimi, que dirige este primer capítulo, debe haber encontrado la forma de rejuvenecer, porque vuelve a ser el Sam que era colega de los hermanos Coen y que hacía películas baratas, salvajes e inclasificables como Posesión infernal (1981). Él también fue nuestro héroe.


Había perdido la esperanza de volver a ver a Ash tras el -estupendo- remake de Posesión infernal (Federico Álvarez, 2013) que es genial, sí, pero es otra cosa. También pensé que me tendría que conformar con la simpática Arrástrame al infierno (2009) como pseudo-continuadora del espíritu de Evil Dead. Y finalmente, tenía serias dudas sobre las posibilidades de esta serie. Al fin y al cabo esto es televisión, un medio en el que -tradicionalmente- la ficción se apoya más en el guión, en la historia, en los personajes. Y Posesión infernal no era nada de eso: era Cabin in the Woods (Drew Goddard, 2011) 30 años antes y sin hacerse la lista. Terroríficamente muertos (1987) era un tour de force visual en el que la cámara de Raimi tiene tanto protagonismo como las muecas de Bruce Campbell sostienen a un personaje absolutamente hueco. ¿Se puede hacer una serie de televisión con eso? Sam Raimi ha sido productor de Hércules (1995-1999), Xena (1995-2001) y Spartacus (2011-2013), algo de tele sabrá el hombre-. Y el primer capítulo de Ash vs Evil Dead, dirigido por el propio Raimi, es una absoluta gozada.


El jefe -así bautiza a Ash el que será su primer sidekick, llamado nada menos que Pablo Simón Bolívar (Ray Santiago)- tiene todos los elementos que esperaba del regreso de Campbell y Raimi. Empezando por "el clásico", el coche que aparece en (casi) todas las películas del director, un Oldsmobile Delta 88 de 1973. También aparece el rítmico montaje con imágenes de correas que se ajustan y piezas que encajan, utilizado siempre que Ash se prepara para la batalla, que aquí le muestra poniéndose... una faja. No podía faltar, por supuesto, el lovecraftiano Necronomicon, encuadernado en piel humana y escrito con sangre. Pero hay cosas nuevas: nunca habíamos visto al viejo Ash practicando el sexo. Quizás no queremos volver a verle haciéndolo. Tampoco conocíamos su afición por las drogas blandas: precisamente, emporrado, Ash lee por error el libro de los muertos y desencadena de nuevo el infierno en la Tierra. No es broma. El episodio comienza con Ash diciendo "¡Fuck!".


El primer encuentro con un deadite no decepciona: hay sangre, hay gore y nos reencontramos con ese punto "raruno" tan de Evil Dead: la poseída gira la cabeza -nada que no hayamos visto en El exorcista (William Friedkin, 1973)- pero también las manos ¡Y comienza a caminar de espaldas! Recupera Raimi en esta secuencia algunos elementos de terror "clásico" presentes en la primera entrega: la mecedora que se mueve sola, los inquietantes quejidos, la figura que permanece de espaldas sin desvelar si está poseída... o no. Aquí demuestra el director que sigue teniendo ideas visuales, como la de la luz de la lámpara que, al oscilar, ilumina descubriendo la acción, pero ocultando luego al deadite. También está la preciosa idea de proyectar imágenes de la película de 1981 en las cajas de un almacén para apoyar el relato de Ash, a modo de flashbacks. Bienvenido de vuelta, Sam.


El éxtasis llega cuando nos reencontramos con el humor estúpido que solo hacen Raimi y Campbell, únicos herederos de Los tres chiflados (1925-1970). Slapstick imbécil como la escena en la que Ash rompe las bombillas y que luego crece en el demente ataque splatstick de la muñeca poseída. Tras esto, vemos el movimiento de cámara patentado por Raimi de la "fuerza" ¡En un aparcamiento! Por último, la famosa cabaña de Posesión infernal es reemplazada por la caravana que sirve de hogar a un Ash crepuscular. Allí, por fin, le vemos de nuevo en acción. El personaje había sido un héroe reticente -en El ejército de las tinieblas (1992)- pero asume ahora su papel y le vemos -por fin- con su camisa fetiche y -lo más esperado- con su motosierra. Hay algo gracioso y único en el personaje de Ash: es un tío tonto, torpe e incompetente. Pero cuando llega el momento de luchar -o de conquistar a una chica- adquiere por arte de magia las capacidades de un héroe (de ficción). Es la visión postmoderna de Sam e Ivan Raimi: Ash es capaz de todo tipo de hazañas solo porque es el protagonista del relato. Así, nuestro héroe de la infancia acaba el episodio soltando la catchphrase más tonta de todos los tiempos: "Groovy". No podía ser de otra manera.

STAR TREK: MÁS ALLÁ (JUSTIN LIN, 2016)


En el año 2009, J.J. Abrams -productor de las series Alias y Perdidos- dirigía el reinicio de Star Trek, la saga de ciencia ficción más longeva. Antes, se habían estrenado 10 películas protagonizadas por la tripulación original -la de la serie de televisión de los 60- y por la de la Nueva Generación (1987-1994). No sé si recordáis aquellos films como lo hago yo: eran películas estupendas pero ciertamente menores. No había en Star Trek la sensación de evento como puede ocurrir ahora con un blockbuster veraniego, incluso de peor calidad. J.J. Abrams parecía destinado a cambiar eso. Aquella primera película de 2009, con una tripulación rejuvenecida, sentaba las bases de lo que podía ser una nueva saga que pusiera, por fin, a las películas de la franquicia en la primera división. Pero no fue así. Star Trek: En la oscuridad (2013) fue ambiciosa pero no acertó en sus planteamientos artísticos al optar por un tono oscuro y buscar la metáfora política fijándose en el 11-S. Además, Abrams abandonó la dirección de la siguiente entrega para encargarse nada menos que de la franquicia "rival": Star Wars: Episodio VII -El despertar de la Fuerza (2015). Así, esta tercera entrega de los nuevos viajes de la nave Enterprise llega de la mano del director Justin Lin -conocido por la saga Fast & Furious- y con nuevo coguionista, nada menos que Simon Pegg, colaborador de Edgar Wright, friki mediático, y el actor que interpreta al ingeniero jefe, Scotty. Con estos mimbres el resultado es una película entretenida, fiel a los cánones de la saga, pero que pierde la oportunidad de ser verdaderamente relevante. Esta Star Trek: Más allá me recuerda un poco a aquellas 10 películas estrenadas entre 1979 y 2002, entretenidas, valiosas para los auténticos fans, pero no realmente memorables.


La historia de Más allá tiene varios elementos recurrentes en Star Trek: una misteriosa nave perdida en el espacio emite una llamada de auxilio, lo que lleva a los protagonistas a explorar territorio desconocido y enfrentarse con un enemigo en la línea de los villanos de la saga, interpretado por Idris Elba. Los objetivos de este antagonista, Krall, al principio, resultan algo oscuros, lo que lastra el argumento, que no acelera el ritmo hasta pasada la mitad de la película: la pelea final en la gigantesca estación espacial Yorktown es lo más espectacular. Los principales defectos del film se deben a la dirección de Justin Lin, empeñado en emborronar las secuencias de acción con planos que se mueven demasiado y un montaje abrupto que impide seguir la acción. El otro punto en contra es el tratamiento de los personajes principales: Spock (Zachary Quinto) y Kirk (Chris Pine) protagonizan subtramas con un tono absurdamente crepuscular, sobre todo porque para evitar esto se ha buscado a actores jóvenes que interpreten a los héroes en su plenitud. ¿Qué sentido tiene verles desanimados? Por suerte, la interacción entre el propio Spock y el doctor McCoy (Karl Urban) es una mina de oro a la que el guión recurre constantemente. También es un acierto la incorporación de un nuevo personaje, Jaylah (Sofia Boutella), una alienígena de aspecto exótico que merece un desarrollo posterior. Porque siempre habrá nuevas películas de Star Trek ¿O no?

STAR TREK: EN LA OSCURIDAD (J.J. ABRAMS, 2013)


El inicio de Star Trek: En la oscuridad no puede ser más prometedor. Se nos muestra un extraño planeta alienígena en el que predomina el color rojo -la imaginería parece más cercana a la fantasía de Star Wars (George Lucas, 1977)- en el que huyen dos de los protagonistas, el capitán Kirk (Chris Pine) y el doctor McCoy (Karl Urban) en una persecución que parece sacada de En busca del arca perdida (Steven Spielberg, 1981). El director, J.J. Abrams ha cambiado las formas, vale, pero la secuencia creo que sí refleja temas propios de Star Trek: la nave Enterprise y su tripulación deciden salvar a una primitiva civilización, desobedeciendo las rígidas leyes de la Federación. En el proceso, además, se enfrentan las filosofías de Kirk y Spock (Zachary Quinto): el primero impulsivo y todo corazón, el segundo práctico y racional. Al abandonar el planeta, sus arcaicos habitantes comienzan a adorar a sus rescatadores como si fueran dioses.


Tengo más dudas con respecto al desarrollo posterior y principal de la película. Los guionistas Roberto Orci, Alex Kurtzman y Damon Lindelof -responsables de series como Fringe, Perdidos y The Leftovers- convierten esta aventura de la tripulación del Enterprise en la enésima metáfora hollywoodense del clima político post-11S en Estados Unidos. Veamos. Un acto terrorista en pleno corazón de la Federación -en Londres- provoca la caza de un criminal -trasunto claro de Bin Laden- que luego descubriremos se trata nada menos que de Khan (Benedict Cumberbatch), villano clásico de Star Trek, encarnado por Ricardo Montalban en la serie original y en la segunda película de la saga. Khan, como Bin Laden, como los talibanes, como tantos otros, resulta ser el producto de la propia política "exterior" de la Federación -de EEUU- que ahora vuelve para vengarse. Khan acabará, incluso, estrellando su gigantesca nave contra los edificios civiles -gran parte del film ocurre en la Tierra y no en el espacio- en una imagen que claramente busca reflejar el terror del peor ataque terrorista en suelo estadounidense. Por último, el almirante Marcus -un estupendo Peter Weller- hace las veces de George W. Bush: busca armas de destrucción masiva en el sistema Klingon -aquí trasunto de Oriente Medio- y manipula para desencadenar una guerra a escala estelar. Si bien la ciencia ficción suele reflejar en clave fantástica preocupaciones actuales para tener relevancia, aquí el subtexto, creo yo, es demasiado evidente. Star Trek siempre ha mirado hacia el futuro, con un optimismo humanista que no recuerdo tan localista y oportunista como aquí. ¿No hay ya suficientes blockbusters de acción con temáticas similares de destrucción masiva, terrorismo y guerra? Desde luego, nunca había visto a Spock correr y luchar cuerpo a cuerpo como lo hace aquí. 


Por otro lado, Star Trek: En la oscuridad tiene espectaculares set pieces en las que Abrams demuestra su buen hacer detrás de las cámaras. La trepidante persecución de las naves Klingon -también, más propia de Star Wars-; el tenso abordaje de los protagonistas a la nave del villano; y la salvación in extremis del Enterprise, que da pie a revisitar la mencionada Star Trek II: La ira de Khan (Nicholas Meyer, 1982) pero intercambiando los papeles de Spock y Kirk. Esto sirve como núcleo emocional de la historia y como clímax de la relación entre ambos personajes, que comenzó a desarrollarse en la película previa. Recordemos que estamos en un "universo paralelo" que puede samplear todo lo visto en las películas anteriores. Ah, y sale un tribble.

STAR TREK (J.J. ABRAMS, 2009)



He llegado a apreciar, y mucho, el enfoque del reinicio de Star Trek en 2009. Porque funciona como una secuela -la tripulación original protagonizó 6 films, la Nueva Generación otros 3 y uno más sirvió de puente entre ambas- y esta puede ser perfectamente Star Trek XI. Así, la propuesta no prescinde de lo que hemos visto anteriormente desde 1966, fecha de la primera emisión de la serie de televisión original. Pero al mismo tiempo, una pirueta argumental utiliza los viajes temporales -perfectamente orgánicos dentro de la saga- para crear una realidad alternativa, que da pie a crear algo completamente nuevo. Así, el equipo creativo puede ser respetuoso con el canon pero al mismo tiempo introducir pequeñas y estimulantes variaciones en los personajes, interpretados por actores mucho más jóvenes. Me gusta este Star Trek porque es una secuela, es un reboot, pero no es un remake. No se repite aquí el argumento de ninguna historia ya conocida, aunque sí se retomen numerosos elementos clásicos que el fan seguramente sabrá apreciar. El director, J.J. Abrams, talentoso renovador de sueños ajenos -Misión: Imposible 3 (2006) o la fantasía spielbergiana que es Super 8 (2011)- acometió esta película desde la perspectiva de la franquicia rival: Abrams siempre fue claro al decir que le gustaba más la saga de George Lucas. Y se nota. El guión no incide en el enfoque humanista de ciencia ficción de Gene Roddenberry sino que se postula como una space opera en la que los protagonistas llevan sobre los hombros el peso de sus orígenes: la muerte del padre de Kirk (Chris Pine); el origen mestizo de Spock (Zachary Quinto). La historia está repleta de giros emocionales: el beso furtivo que revela la relación entre Spock y Uhura (Zoe Saldana); la aparición del Spock del futuro (Leonard Nimoy) que busca darle a la película el certificado de autenticidad. Un planeta, Vulcano, muere como lo hiciera Alderaan en Star Wars (George Lucas, 1977) y hasta Sulu (John Cho) saca una espada que, aunque no es un sable láser, deja claro el espíritu más aventurero y ligero que quiso imprimir Abrams.



Yo no me quejo, pero desde luego, no encontraremos aquí disquisiciones filosóficas, conceptos de ciencia ficción dura, parábolas sociales, ni las cerebrales escaramuzas entre naves, que más bien parecían batallas entre submarinos, a los que estaban acostumbrados los seguidores de Star Trek. No por casualidad, J.J. Abrams abandonó la posibilidad de completar una trilogía trekie para dirigir Star Wars: Episodio VII -El despertar de la Fuerza (2015). Eso sí, creo que Abrams acierta al dedicarle tiempo suficiente a sus personajes, esa entrañable tripulación del USS Enterprise que llevamos décadas conociendo y que ahora nos presentan otra vez con nuevos rostros. El casting de esta película es su gran fortaleza.

THE GET DOWN (NETFLIX, 2016)


The Get Down es el punto en un vinilo, en una mesa de mezclas, que permite que el ritmo sea eterno. La nueva ficción de Baz Luhrmann -director de Romeo y Julieta (1996) y Moulin Rouge (2001)- busca también ese punto, ese ritmo, ese fluir constante, a través de las imágenes, el sonido y el montaje. Y lo consigue. Eso sí, hay que tener en cuenta que la obra de Luhrmann no desarrolla sus ficciones en coordenadas realistas, sino en una irrealidad similar a la de un musical de Broadway o un videoclip. Por eso, es un error buscar en esta serie una historia del hip hop. Luhrmann crea algo distinto: el relato mítico sobre el nacimiento de esta subcultura, algo así como el western de Hollywood con respecto a la conquista del Oeste. The Get Down es excesiva, larga -el primer episodio dura 90 minutos y el resto 60- inocente pero épica y sobre todo absorbente. El montaje del primer capítulo es un mosaico de planos cortos que registran sensaciones, aunque la cámara a veces se aleje en panorámicas ascendentes obtenidas con grúa. Imágenes de archivo del sucio Nueva York de los años 70 -el de los altos índices de criminalidad- y planos de los pintarrajeados trenes del metro, sirven de "cortinillas" para separar las secuencias. La música no deja de escucharse en ningún momento. Luhrmann satura la pantalla con una tormenta de imágenes en movimiento, pero sabe detenerse cuando hace falta: para mostrarnos el talento de uno de los protagonistas -el Romeo de esta función- Ezekiel, interpretado por un soberbio Justice Smith, capaz de expresar fragilidad pero también rabia al recitar los versos que ha nacido para rapear. The Get Down es West Side Story (Robert Wise, 1961), The Warriors (Walter Hill, 1979) y Straight Outta Compton (F. Gary Gray, 2015). Es una fantasía romántica sobre la cultura del hip hop que se vale de sus formas expresivas: el graffiti, el rap y el breakdanceLa historia de amor que propone Luhrmann es inocente y arrebatada, pero se inscribe en una problemática social, la de las minorías afroamericana e hispana.


Lamentablemente, esta exuberancia se acaba tras el primer episodio -casi un largometraje en sí mismo- ya que Luhrmann cede el testigo tras la cámara. Tres directores le sustituyen en los cinco capítulos restantes y la diferencia es notable. La segunda entrega casi parece otra serie, o más bien, una serie "normal". El estilo de Luhrmann consiste en una cierta forma de narrar que aporta densidad a lo que en realidad es una historia sencilla, esquemática, incluso inocente. El mismo guión en manos de otros pierde peso, intensidad e interés. The Get Down pega un bajón tras su primer episodio. ¿Vale la pena continuar su visionado? El tercer capítulo, aún sin contar con la dirección de Luhrmann, es una pequeña obra maestra, ambiciosa, que entreteje varias historias. Utiliza como telón de fondo el apagón de Nueva York de 1977, que le sirve para marcar un punto de inflexión y la pérdida de la inocencia de los protagonistas. En este episodio, titulado Darkness is Your Candle, destaca una interpretación conmovedora de Jimmy Smits -en el papel de Francisco "Papa Fuerte" Cruz- que revela aquí la complejidad de su personaje. Además, la protagonista, Mylene Cruz (Herizen F. Guardiola) derrocha carisma protagonizando su propia pequeña versión -latina- de Ha nacido una estrella (George Cukor, 1954). 



A continuación, la historia crece. Se abre una trama política alrededor del futuro alcalde Ed Koch (1978-1989), que "limpiaría" los trenes del metro de graffitis. Los protagonistas evolucionan para afrontar una problemática existencial que les obliga a decidir entre sus sueños y su identidad como minoría racial oprimida. Además, se explora el tema de la creación, de la autoría artística, de su relación con las drogas y hasta con la piratería ilegal. Es en el quinto episodio cuando ocurre el clímax de esta primera tanda y cuando se articula el mensaje de fondo de la serie: la música. La pareja protagonista se expresa, se enfrenta a la existencia y sobrevive, cantando. Mylene quiere ser una diva de la música disco, Ezekiel sueña con ser MC. Pero lo importante es que la música se establece como una forma de liberación: de la pobreza, de la opresión, de la adicción a las drogas y hasta del fanatismo religioso. En esta serie de Netflix, la música y el baile son elementos de cohesión social más efectivos que los colegios, la iglesia o incluso la familia. El lado más pop y divertido de este mensaje es el personaje de Shaolin Fantastic (Shameik Moore) que con sus zapatillas Puma rojas ha hecho de la música su camino espiritual. Shao es Kwai Chang Caine (David Carradine) de la teleserie Kung Fu (1972), cambiando los puñetazos y las patadas por el scratching. Su maestro, Grandmaster Flash (Mamoudou Athie) le llama grasshoper, es decir, "pequeño saltamontes". Pero Shao no es un personaje de tebeo, ya que representa, además, las tentaciones, el lado oscuro -y criminal- del mundo del espectáculo.



The Get Down culmina con un sexto episodio apoteósico que marca un antes y un después para los personajes, pero deja abiertas varias tramas cuyo desarrollo posterior será apasionante descubrir. El fresco que ha comenzado a pintar la serie parece ambicioso y podría no limitarse al hip hop, ni a las minorías hispana y afroamericana: se adivinan temas como la muerte de la música disco, los derechos de los homosexuales y hasta el nacimiento del punk. Si a esto añadimos que podemos esperar otro episodio dirigido por Baz Luhrmann, hay razones de sobra para seguir atentos. Habrá nuevos capítulos en 2017.